domingo, 30 de septiembre de 2007

ESTRATEGIA ES... ¡CREATIVIDAD Y CREACION!

¿Qué es la estrategia? ¿Para qué sirve? ¿A quién aplica? Se habla del término estrategia y tal parece que se tratara de algo mágico, misterioso, o todopoderoso. Al hablar de estrategia, surgen ideas de modelos preconcebidos, de comparación competitiva, de análisis del ambiente externo y de las situaciones internas… de proyecciones, de presupuestos, de predicciones fundamentadas sobre las tendencias pasadas y actuales… surgen fórmulas dogmáticas y dogmas formulados… pero, ¿de qué se trata la estrategia?

Michael Porter afirma que la estrategia competitiva consiste en “la búsqueda de una posición competitiva favorable en un sector industrial”. Tal parece que se trata de una condena, de una carrera desmedida, desesperada, interminable para disparar contra un blanco que elude al arquero, ya que – cuando éste logra verlo – el blanco ya ha cambiado de posición. Prefiero decir, en lo personal, que estrategia es un arte; es el arte de adaptarse con éxito y anticipación a las condiciones cambiantes del ambiente, para conseguir de manera sostenible una posición única, una creación especial, de manera que se provea el más alto valor posible – y cada vez más – a accionistas, clientes y empleados, de forma que se consiga el éxito sostenible, en el presente y en el futuro.

Y ¿cuál es la única forma de poderse asegurar esta adaptación exitosa, si no es la de CREAR las situaciones y los ambientes, las realidades y percepciones que determinen ese éxito?

¿Puede obtenerse un éxito sostenido y anticipado dentro de la duda e incertidumbre que conlleva moverse en un ambiente que otro ha creado o provocado, dentro de una realidad desconocida en su esencia?

Vista dentro de este contexto, estrategia, como tal, implica creatividad - ya sea para empresas, organizaciones de todo tipo, sociedades, familias y hasta la persona en lo más íntimo de su individualidad - … sin embargo, en el principio, cuando apenas comenzaba hablarse de estrategia, ésta era vista como un asunto de predecir el futuro, hacer presupuestos, y hacer una prolongación del pasado hacia ese futuro… más adelante, la estrategia se convirtió en mirar para los lados y para atrás (análisis de sectores, de competidores, FODAs, etc.) De manera que se pretendiera moldear el futuro, sobre el supuesto del “conocimiento” del ambiente interno y el externo. En otras palabras, era como pedirle a un corredor olímpico que se ocupara de prestar atención a sus contrincantes, mirando hacia los lados, en lugar de tener su atención en sí mismo, en su carrera, y en la pista por la que va corriendo a toda su velocidad.

En el fondo y en realidad, la estrategia tiene que ver con crear el futuro, con hacer un futuro. El futuro no existe, el pasado tampoco, son ilusiones de la mente. Como tal, sólo existe el presente y, en él, el campo de todo lo posible, que parte desde la nada, del cero, del punto. La estrategia consiste en aprovechar ese estado, ese momento, esa nada, y producir un big-bang creativo, hacia lo que deseamos y planteamos que suceda, desde la intención y el propósito. Ésta es la importancia de una visión y una misión; se convierten – respectivamente – en intención y propósito. Así, la mente empresarial crea un futuro real, desde la ilusión mentalizada. De aquí la importancia de establecer una cultura y una cohesión mental que construyan una realidad focalizada, integral, compartida.

Desde esta potencialidad pura lo podemos crear todo. Pero, ¿qué es todo? Más bien, ¿qué será ese todo? ¿Surgirá de manera espontánea? ¿O nos toca a nosotros definirlo?

La estrategia consiste en dar vida a una nueva realidad competitiva, creada, provocada por nosotros; significa desestabilizar el status quo con iniciativas y acciones previamente inexistentes, incomparables. Como tal, desde la visualización y el pensamiento proyectivo, nos toca a nosotros definirla, decidirla, crearla, ponerla en acción, convertirla en éxito.

sábado, 29 de septiembre de 2007

CON LOS PRECIOS DEL PETROLEO, ¿REPETIREMOS LA HISTORIA?

Una vez más una nueva "crisis" de los precios del petróleo. Sin embargo, ésta no tiene precedentes. Los precios del petróleo imponen nuevos récords, se sitúan sobre los 80 dólares el barril, y aún no comienza el invierno del hemisferio norte, época en la que - debido al uso del combustible para la calefacción - estos precios tienden a registrar alzas estacionales.

Los niveles de precio actuales distan muchísimo de los registrados en las crisis previas: cuando se produjo la guerra Irán-Irak a finales de los 70's e inicio de los 80's, el barril de petróleo llegó a costar casi 40 dólares; con el incremento de la producción, especialmente de parte de Arabia Saudita, estos precios comenzaron a bajar hasta que, ya a mediados de los años 80, se colocaron por debajo de los 20 dólares (llegando a cotizarse por los 15 y 16 dólares el barril). La estabilidad se mantuvo, hasta que estalló la guerra de Irak, con la invasión de Kuwait a finales de los 80's e inicios de los 90's. Sin embargo, aún en esta época, el barril apenas subió por encima de los 20 dólares. Hace tan sólo tres años, a finales de agosto del 2004, vimos cómo el mundo celebraba que el precio del barril se había colocado por debajo de los 40 dólares; un mes después, a finales de septiembre de ese año, el barril se colocaba por encima de los 50 dólares. Aún muy lejos de los niveles de hoy día. Los precios del petróleo, superando ya los 80 dólares el barril, difícilmente vuelvan a ser lo que fueron en el pasado reciente. En los últimos 20 años, la demanda de petróleo ha crecido casi hasta duplicarse, mientras que la oferta se ha reducido en cerca de un 40%.

Nuestro país, dependiente como es del petróleo importado, debe abrir los ojos y reflexionar. Hace unos años, con la crisis de la tasa del dólar (por encima del 50 por 1) y la escalada en los precios del petróleo del 2003, se adoptaron medidas de "austeridad" (esta frase se repitió tan sólo hace un par de años), las cuales fueron más bien una forma de decir algo y aparentar que se actuaba de forma efectiva. La realidad es que estas "medidas drásticas" (horarios de expendio de combustibles, supuestas limitaciones a circulación de vehículos oficiales, etc.) traen muy poco beneficio - si es que traen alguno - para el ahorro de combustible y, por tanto, de divisas. Su impacto es ínfimo.

La reflexión en el momento actual debe llevarnos más lejos. Sugiero algunas ideas a considerar:
- Iniciar, ante todo, con un profundo y cuidadoso análisis de la dinámica sistémica que rodea la situación, que permita comprender las causas reales de la demanda de combustible, y las intrincadas relaciones causales entre aspectos tales como la generación ineficiente de energía, entre otros asuntos.

- Efectuar un completo plan de ordenamiento del tránsito vehicular. Basta echar una mirada a nuestros interminables entaponamientos para comprender la cantidad de combustible que quemamos cada día inútilmente, con las consabidas consecuencias no sólo económicas, sino ambientales. Lamentablemente, nuestros agentes de tránsito no están entrenados para sincronizar un complejo sistema logístico, como es el tránsito vehicular. Entendemos que las autoridades deben cuanto antes contratar los servicios de profesionales especializados en esta rama, de forma que se establezcan nuevas rutas y normas de tránsito, que maximicen la tasa del flujo vehicular, minimizando los entaponamientos. Entrenar a los agentes de tránsito es un requerimiento esencial, para que éstos comprendan las consecuencias de sus actos, y que dejen de pensar que dando paso masivo en un solo sentido y llenando a toda capacidad un trecho de la avenida, están haciendo el mejor de los trabajos: no es su culpa; simplemente no están entrenados, no son conscientes.

- Controlar y erradicar las malas prácticas de parqueo en las avenidas y calles de alta circulación. Nuestras avenidas están siendo utilizadas a un 60% (y a veces menos) de su capacidad, debido a la cantidad de vehículos aparcados en zonas hábiles para transitar.

- Fomentar de forma sincera y activa la generación de energía de fuentes alternativas, más que simplemente apoyando una ley, acelerando el proceso de inversiones en este sentido, a través del fomento agresivo de las mismas. Debe fomentarse tanto la producción de estas energías más limpias y más económicas, como su consumo. Una vez más, independientemente del tema del precio del petróleo, estaremos haciendo un gran favor a nuestro planeta y al aire que respiramos.

- Nos hace falta una buena dosis de educación, de la verdadera educación, ésa que forma e informa. Se gasta mucho dinero en campañas informativas innecesarias, vacías, vanas; se invierte prácticamente nada en estrategias de comunicación que realmente hagan mejor a nuestras personas, a nuestro pueblo. Una buena campaña, objetiva, directa, clara, precisa e insistente, puede redundar en grandes ahorros en términos de energía, y en mejores hábitos para la economía y el medio ambiente.

- Otro aspecto a considerar es el de nuestra arquitectura; nos preguntamos: ¿es adecuada la arquitectura de nuestros edificios (comerciales, residenciales, de oficina) para nuestro clima?

- Finalmente, no porque se acaben las posibles ideas, sino porque la lista es más bien interminable y no cabría en este espacio, tanto el sector público como el sector privado deben constituir un pequeño equipo de pensadores entrenados (entrenados en el arte y los métodos de pensar), para que elaboren los análisis y las propuestas que se requieren, más allá de compromisos políticos o económicos: pensadores independientes, pensadores creativos, pensadores dinámicos, que puedan ofrecer soluciones prácticas, de alto impacto, en muy muy poco tiempo.

Ha llegado la hora de presentar nuevas opciones, de elaborar e implementar propuestas creativas y acciones realmente efectivas y sostenibles. Es hora de comprender que, con el fin de lograr resultados distintos, debemos comenzar a hacer cosas distintas de forma distinta a como las hemos hecho hasta hoy; de lo contrario, estamos condenados a repetir la historia.