miércoles, 3 de octubre de 2007

¿QUE SUCEDE CON LA EDUCACION EN LA REPUBLICA DOMINICANA?

En términos de educación en la República Dominicana, cada vez se habla más, se escribe más, se politiza más, se publica más. Quizás demasiado.

El tema ha trascendido los foros tradicionales y su centro de gravedad se está desplazando hacia nuevos foros, sobre todo el empresarial. El empresariado, confrontado con la realidad cada vez más cruel de las situaciones y deficiencias que presentan los empleados de nuevo ingreso – y ante la cuantiosa inversión en re-educación que ello implica – ha asumido una postura más agresiva y de mayor protagonismo.

El discurso, sin embargo, se reduce a lo mismo: la asignación presupuestal, la descentralización de la gestión, las pruebas nacionales, el apadrinamiento, las horas de clases, las computadoras en la escuela, y la comparación con otros países.

En otras palabras, se habla más, se escribe más, se publica más, y se hace lo mismo, de la misma forma, pretendiendo obtener resultados distintos. De hecho, la situación es aún más crítica: debido a que nos encontramos en la era digital y la era del conocimiento, y dado que hemos “reforzado” la educación con tecnología de información, ahora podemos obtener los mismos resultados, con mayor rapidez y con mayor seguridad de estar haciendo lo correcto de la forma correcta. Y con tecnologías que fijan los modelos obsoletos de tal forma que los hacen cada vez más difíciles de revertir, de sustituir, de reprogramar.

Basta una rápida mirada hacia los resultados reales – ésos que hablan, por ejemplo, de crisis de valores, de re-educación en la empresa, de menor rendimiento y menor compromiso del empleado, de desempleo, de delincuencia (de cuellos de todos los colores), de conducta ciudadana, de decadencia en la rigurosidad académica en la educación superior – para darnos cuenta que no se ha producido el famoso salto cuántico que se requiere para lograr la verdadera efectividad del sistema educativo.

El problema más grave, y quizás la raíz de todo lo demás, consiste en que el objetivo – si es que se ha determinado uno – está difuso, poco claro.

Veámoslo en contexto:

- Las empresas argumentan que se les hace cada vez más necesario proveer a sus empleados competencias técnicas y conductuales que deberían traer consigo al momento de ser contratados. Esto incluye hasta los aspectos más básicos de comportamiento social, pensamiento crítico, habilidad creativa, capacidad de cooperación, y destreza para aprender nuevas formas y buscar – y utilizar – información adecuadamente.

- Las universidades – tanto a nivel institucional como a nivel del profesorado – se quejan cada vez más de la falta de preparación y de compromiso de los estudiantes de nuevo ingreso.

- Los planteamientos gubernamentales, empresariales y sociales – incluyendo los de organismos internacionales – son prueba fehaciente de la inconformidad con el resultado que se está obteniendo a partir del sistema educativo actual.

- Estos discursos se focalizan hacia las necesidades financieras del sistema educativo, las comparaciones con otros países y
sociedades, y el modelo de gestión o administración del sistema educativo.
- Por lo tanto, existen ciertos modelos inconscientes - y errados - de pensamiento y actuación detrás de las premisas anteriores, por ejemplo:
... Que lo que otros países están haciendo es lo correcto y debe ser el marco de las acciones a adoptar en la República Dominicana.
... Que lo único que nuestro sistema educativo necesita para producir los resultados que la Nación y la sociedad requieren es: dinero, administración, estadísticas, tecnología, y modelos importados y énfasis en el contenido (hasta ahora, la palabra estudiante, educando, o equivalentes, no han salido en el discurso, no lo hemos escuchado, no lo hemos visto).
... Que tenemos el objetivo claro, y que lo importante es que más personas (“estudiantes”) accedan a lo que ya hay, lo cual – como modelo y en cuanto a contenido – está correcto.
... Que, dado que lo importante es el contenido, el sistema educativo es responsable de proveer competencias técnicas, con memorización y recordación de contenidos, enfatizando las ciencias “exactas”, buscando que el “graduado” sea laboralmente más productivo.
... Que lo anterior es lo que no se está logrando y a lo que hay que invertirle en tiempo, dinero, esfuerzo, adopción de modelos importados de los lugares donde supuestamente lo hacen bien, y pruebas que midan el aprendizaje (más bien la memorización) de esos contenidos… y que con eso basta.
... Que, por lo tanto, la persona que sale del sistema educativo es un “producto”, es el “objeto” de la educación como sistema, y que el objetivo consiste en que el producto cumpla con los requisitos antes mencionados y no más.
... Que, entonces, la otra parte del individuo, la que la hace “persona integral”, o anda muy bien, o es responsabilidad de otras instancias (la casa, la familia, la sociedad…) o, sencillamente ya está cubierta o, finalmente, no importa para los fines del país, de la empresa, de la sociedad.
... Que, por lo tanto, si conseguimos formas de hacer más de lo mismo (más presupuesto para más profesores, para más estudiantes, para más acceso…) de la misma forma (con los mismos métodos, en los mismos ambientes, con las mismas herramientas…) conseguiremos resultados distintos, mejoras en la educación y mejoras en el sistema educativo.

Al final, las mismas instituciones que se quejan de los resultados actuales caen en el juego de pretender que sencillamente con más recursos se resolverá el caso. Y, por lo tanto, terminamos pidiendo más recursos, más tiempo, más esfuerzo, más acceso, para reforzar un sistema que, estructuralmente, está constituido para producir los resultados que estamos obteniendo, ésos hacia los que tanta inconformidad expresamos.

Notemos que los discursos sobre el problema educativo se refieren a las serias deficiencias que presentan las personas que sí han tenido una “educación”, muchas veces en escuelas privadas, no las que han carecido de ella. En otras palabras, el problema no solamente radica en la falta de educación y de acceso a la educación, sino en la “mala” educación, en la educación que ya se hace inadecuada para el mundo de hoy.

Usando una metáfora: tenemos un carro con un motor de 1,100cc del año 1990. El carro no está rindiendo lo que se requiere, en términos de velocidad, kilometraje por galón, confiabilidad, seguridad en la carretera, etc. cada vez que lo vamos a utilizar debemos invertir – más bien gastar – cuantiosas sumas de dinero, tiempo y esfuerzo en darle mantenimiento. Entonces, luego de criticar las carreteras, la gasolina, los mecánicos y al carro mismo, con la finalidad de resolver el problema y pretender que corra como un vehículo fórmula I, decidimos:
- Echarle más gasolina a ver si corre más rápido
- Correrlo distancias más largas, a ver si mejora el rendimiento
- Pintarlo de rojo Ferrari, con rayas amarillas
- Instalarle aros y llantas de última tecnología
- Ponerle un nuevo tablero con nuevos indicadores que nos digan lo mal que va el carro, o con indicadores diseñados para engañarnos y decirnos lo bien que anda luego de ciertos arreglos cosméticos.

Obviamente, estamos echando vino nuevo en odre muy, pero muy viejo.

Es tiempo ya de cobrar conciencia y comprender que se requiere un cambio de vehículo. Los discursos que escuchamos, rara vez – si es que alguna vez lo hacen – plantean un cambio en el sistema metodológico, en la propuesta u oferta integral, en el enfoque hacia el estudiante como sujeto del sistema educativo.

El mundo de hoy no puede ser corrido en ese carro de ayer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido Carlos.. no puedo coincidir mas contigo. He estado ligado a iniciativas por la educacion por mas de 25 años y he visto y palpado la miopia que exhiben la mayoria de las personas y organismos privados ( nunca publicos) en cuanto al planteamiento objetivo del problema educativo, tal como lo describes. Y es simple, pretenden conocer el problema desde escritorios y salones de conferencias, sin nunca haber descendido al escenario real. Confian solamente en los estudios de grandes consultores y firmas, pero carecen de eso que me enseñaron cuando fui auditor, de los metodos de observacion e indagacion personal.

La accion concreta y el conocimiento preciso, hacen falta. Involucrar muchos voluntarios con una vision de conjunto, hace falta. Enseñar valores a los niños y jovenes, hace falta.

Estoy decidido a compartir contigo personalmente mi vision y proponerte vias de solucion que ya he emprendido y he visto sus resultados halagadores. Pienso que tengo definido un camino adecuado que con la ayuda de mentes criticas y bien intencionadas como la tuya, pueden ofrecer soluciones tangibles.

UNAMOSNOS

Salvador Demallistre
Presidente de Junior Achievement